¿Por qué danza?

Esta semana hemos preguntado y nos han llegado todo tipo de respuestas. Quizás la más repetida ha sido la relacionada con “liberación”. 

Es muy curioso que el arte y la danza se interpreten como liberación, como si, sin ellos, estuviéramos encerrados. 

A mi no me cabe duda de que la danza y el arte son imprescindibles para el ser humano, pero… ¿por qué? 

Y, concretamente, ¿por qué danza?

La danza aúna prácticamente todos los valores humanos que requieren de una especial atención en la era que vivimos. 

La era del avance tecnológico, donde todos estamos pegados a las pantallas, donde cada vez hace menos falta la forma física (o incluso el propio movimiento), donde somos incapaces de mirarnos a los ojos pero no es complicado subir una foto de nuestra cara (eso sí, con filtros) a internet para que la vean miles de desconocidos. 

La era de la inmediatez, donde todo tiene que ser ya, o no es. La era donde no hace falta usar la memoria y como tal, la perdemos, porque todo lo podemos buscar con un… Diría click, pero creo que está algo anticuado. La era donde no podemos ver vídeos de más de 15 segundos, escuchar música de más de 2 minutos, leer libros de más de 20 páginas o escuchar a un amigo durante más de 5 minutos. No podemos esperar a tener algo y si el pedido tarda más de 1 día nos enfadamos. Si el internet hace que tengas que esperar a ver el vídeo nos enfadamos. ¡Y ya no lo vemos! No estamos dispuestos a esperar. No estamos dispuestos a entregar nuestro tiempo a nada. Y eso, es muy peligroso.

Nos volvemos menos capaces de expresar con el cuerpo, con la mirada, con el rostro. Menos capaces de tocar y sentir al otro, menos capaces de no escondernos detrás de filtros, menos capaces de movernos, menos capaces de conectar, más solos, menos parte de una comunidad, menos sanos, más entretenidos, menos felices.

La danza nos devuelve nuestra fisicalidad y con ello, gran parte de nuestra humanidad. La conexión del bailarín (profesional o amateur) con el cuerpo es indudable y necesaria. Esto provoca que el bailarín conozca mejor su humanidad, se relacione con ella. El bailarín no puede olvidarse de su cuerpo, porque su cuerpo es su danza. 

La danza nos conecta a otros seres humanos a un nivel que va mucho más allá de los mensajes o pantallas. Nos conecta con un lenguaje vivo y vibrante, nos conecta a un nivel emocional, a un nivel primario e instintivo. A un nivel mucho más profundo. Nos conecta con quiénes somos y nos conecta con quiénes son los demás. Nos permite exponernos desde la honestidad de nuestro ser y eso hace que haya menos barreras, más ser, menos máscaras. ¿No es acaso curioso que llevemos un par de años usando filtros en todas nuestras fotos para que no se vea como somos y de repente la situación global haga que tengamos que llevar mascarillas y no nos podamos ver? ¿Qué mensaje estábamos mandando al universo? ¿Qué es un filtro si no una máscara?

Y qué decir de la danza y lo que nos enseña sobre la paciencia. La danza es un proceso que durará toda tu vida. Es tan extensa, con tantos campos diferentes y con tanto de lo que nutrirse, que nunca dejas de aprender. Y esto es maravilloso. Todos hemos dicho “ojalá inventen el teletransporte y no tenga que coger el metro hoy” o , en el caso de un bailarín “ojalá una máquina que te estire y hala, ya seas flexible”. Es normal, quizás, que pensemos así. Pero pensémoslo más detenidamente. Pensémoslos, de verdad. ¿Qué sería la vida sin todo fuese instantáneo? ¿Qué sentido tendría? La vida entera se basa en el camino, la espera, los pasos que das hasta llegar. Entonces, ¡ojalá no! ¡Ojalá no se invente el teletransporte o una máquina que te haga flexible! ¡Perderíamos todas las enseñanzas que el camino nos da y son muchísimas! 

La danza nos enseña esto durante todos los segundos de vida de un bailarín. Desde lo que se pueda tardar en ser “suficientemente” flexible, fuerte, hábil… Hasta la propia danza y baile. Cualquier profesor de baile, quizás en cada clase, te dirá lo siguiente: “Un buen bailarín no es el que hace bien los pasos, sino el que hace bien los entrepasos”. Y, ¡¿qué metáfora mejor que esa para la vida?! En danza no quieres llegar a ningún sitio, no estás pensando en el paso que tienes que hacer, lo importante de la danza es todo. La manera en la que estás quieto en escena esperando a que entre la música. La manera en que miras, la manera en que respiras, la forma en la que decides moverte y el cuando.

Quizás por esto, la danza sea, en mi opinión, el mejor camino a una mayor conciencia. Cada vez que bailas de verdad, estás sintiendo tu cuerpo y dialogando con él, estás siendo presente (de ahí “presencia escénica”), estás siendo sin juicios, estás siendo. 

Quizás, la pregunta debería ser ¿por qué no danza?

La cuestión es que preguntarse a uno mismo por qué hace lo que hace es siempre una fuente inagotable de conciencia, poder y sabiduría. Incluso si te lo preguntas sobre algo sobre lo que ya te has preguntado antes. A fin de cuentas, antes no eras el mismo que ahora.

Hoy os voy a pedir que os preguntéis UNA vez por algo que hagáis regularmente y a lo que no prestéis atención. 

“Por qué bebo café?” “¿Por qué miro el móvil mientras bebo el café, si el café me gusta y quiero saborearlo?” “Por qué miro el móvil cada dos por tres?” “¿Por qué no estoy mirando al cielo si cuando veo fotos del cielo en Instagram les doy like?” “¿Por qué respiro?” “¿Por qué estoy comprando X?”

Encontrad vuestra propia pregunta y tratad de responderos sin juicio alguno. ¡Quizás os sorprendáis!

Algunas de vuestras respuestas:

Porque sino, no sé como explicarlo

Porque aquello que llena y aporta a uno mismo, desde el percibir, el fluir, experimentar y arriesgar

 
 No hay nada ni nadie que me haga más feliz que la danza 

Forma de Liberación, via de escape, ese lugar seguro donde acudir

Porque nos hace humanos

 Porque es la liberación del alma

Porque arte es verdad (aletheia)

Por ser una forma de expresar, conocer, interiorizar y explorar